La usurpación de tierras es algo característico en la historia de los pueblos originarios andinos. Comienza con la conquista española y se agrava con la conformación del Estado argentino sobre un modelo que excluye lo indígena del proyecto nacional. El arriendo abusivo, la explotación y discriminación permanente marcan la identidad coya y provocan la exigencia de justicia y dignidad que suele ser negada.
El Malón de la Paz de 1946 representó un pedido pacífico. Significó ser vistos y escuchados por grandes sectores que ignoraban por completo sus orígenes indígenas.
En la actualidad las comunidades indígenas se enfrentan a viejos retos con nuevas apariencias. La propiedad de la tierra sigue siendo un problema central que pide y necesita políticas justas y serias.
El caso de las comunidades de Yacoraite muestra una contradicción debido a la Declaración de Patrimonio Cultural de la Humanidad de la Quebrada de Humahuaca por la UNESCO y el gobierno de la provincia de Jujuy.
La forma y las fuerzas con la que hoy se manifiestan las comunidades indígenas nacen del deseo de que se cumpla el derecho a ser y a formar parte. Este deseo es el resultado de un largo proceso que significó asumir y reconocerse como cultura ancestral, portadora de una forma original de ser y estar en el mundo. Los procesos de borrado de identidad y la discriminación que han sufrido, y aún sufren los pueblos originarios. La identidad se construye con contradicciones y dificultades, y asume voces y expresiones diversas. Es por esto que el rescate de tradiciones ancestrales y valores culturales presentes en las actividades productivas agrícolas, en la música, en las celebraciones, en las comidas, debería ser muy importante para todos.
El proceso de reorganización de las comunidades del pueblo diaguita a partir del reconocimiento constitucional de 1994, otorga legitimidad jurídica a la restitución de los territorios que pertenecen ancestralmente al pueblo diaguita. Sin embargo aún hoy varias comunidades continúan en la lucha por sus tierras: reclamos, desalojos y amenazas son constantes en estas zonas.
También hay un conflicto que mantiene el pueblo Quilmes con el representante de la explotación turística de la ciudad sagrada, debido a que la población se queja de que destinar estos sectores para el turismo es someterlos a una degradación y exponerlos al poco cuidado de los turistas.
El Malón de la Paz de 1946 representó un pedido pacífico. Significó ser vistos y escuchados por grandes sectores que ignoraban por completo sus orígenes indígenas.
En la actualidad las comunidades indígenas se enfrentan a viejos retos con nuevas apariencias. La propiedad de la tierra sigue siendo un problema central que pide y necesita políticas justas y serias.
El caso de las comunidades de Yacoraite muestra una contradicción debido a la Declaración de Patrimonio Cultural de la Humanidad de la Quebrada de Humahuaca por la UNESCO y el gobierno de la provincia de Jujuy.
La forma y las fuerzas con la que hoy se manifiestan las comunidades indígenas nacen del deseo de que se cumpla el derecho a ser y a formar parte. Este deseo es el resultado de un largo proceso que significó asumir y reconocerse como cultura ancestral, portadora de una forma original de ser y estar en el mundo. Los procesos de borrado de identidad y la discriminación que han sufrido, y aún sufren los pueblos originarios. La identidad se construye con contradicciones y dificultades, y asume voces y expresiones diversas. Es por esto que el rescate de tradiciones ancestrales y valores culturales presentes en las actividades productivas agrícolas, en la música, en las celebraciones, en las comidas, debería ser muy importante para todos.
El proceso de reorganización de las comunidades del pueblo diaguita a partir del reconocimiento constitucional de 1994, otorga legitimidad jurídica a la restitución de los territorios que pertenecen ancestralmente al pueblo diaguita. Sin embargo aún hoy varias comunidades continúan en la lucha por sus tierras: reclamos, desalojos y amenazas son constantes en estas zonas.
También hay un conflicto que mantiene el pueblo Quilmes con el representante de la explotación turística de la ciudad sagrada, debido a que la población se queja de que destinar estos sectores para el turismo es someterlos a una degradación y exponerlos al poco cuidado de los turistas.
(Fuente: Diario Clarín, julio de 2010
La Nación Revista, 5 de diciembre de 2007)