Por esta responsabilidad no cobra un solo peso, salvo lo que los turistas le dan cada tanto. “Lo más lindo es recibir a los visitantes, su cariño, y que ellos se vayan contentos de haber podido estar en un lugar con tantísima riqueza”, comenta.
Este templo es histórico: junto a él acamparon Manuel Belgrano y otros próceres de la Independencia. El altar es de madera dorada a la hoja; en el interior, cuelgan los Ángeles Arcabuceros, una de las pocas series completas que existen de arte andino.
Con dos hijos y cinco nietos, Samuel trabajó desde los diez años haciendo un poco de todo: en quintas, en Ledesma, en el ferrocarril, como mozo, cocinero, administrador. Ahora se gana la vida como pochoclero en Humahuaca, donde vive y desde donde viene diariamente para abrir las puertas del templo. Dice que, en los últimos años, en la Quebrada aumentó el turismo, pero que su declaración como Patrimonio no trajo otras mejoras económicas. “En los papeles se dice que hay que cuidar, pero en la realidad las cosas son otras”, mientras reclama a las autoridades que “vean y ayuden a cuidar”.
(Fuente: La Nación Revista- 5 de diciembre de 2007)